lunes, 12 de abril de 2010

Divorcio y estado emocional en los niños.


Por Dr Alfonso Rodríguez Jaramillo


La Separación y Divorcio de los Padres ha presentado un incremento de su prevalencia en Norteamérica, pues se estima que entre un 40 a un 70% de los niños experimentan el divorcio de sus padres. 1. En Canadá por ejemplo, en 1997 hubo 151,224 matrimonios y 67,408 divorcios. Entre 1971 y 1991 los rangos de matrimonio disminuyeron y los de divorcio incrementaron. Otro dato interesante es que en 1991, 82% de las familias con una sola figura paternal fueron dirigidas por una mujer. 2

La familia implica más que garantizar la supervivencia y el crecimiento físico del hijo, ya que es también la promotora fundamental de su desarrollo social y afectivo, gracias a que el niño puede transformarse, desde el inicial individuo biológico que es al nacer, hasta una individualidad biopsicosocial como persona. Por ello, resulta esencial el establecimiento de relaciones de vinculación afectiva o de apego del niño, con sus progenitores o con las figuras que se encarguen de su cuidado.

Al final del primer año de vida, el bebé está ligado afectivamente con ciertas figuras significativas de su entorno, aunque será desde entonces cuando tales relaciones se van a enriquecer y a afianzar a partir de un proceso interactivo con las personas que le son importantes, precisamente las llamadas figuras de apego. Una vez establecido el lazo afectivo con ellas, el niño muestra su vinculación afectiva a través de conductas que buscan la proximidad física y el mantenimiento del contacto con las personas con las que se siente emocionalmente ligado, quienes ejercerán una poderosa influencia sobre su desarrollo psicológico y social. Una historia de interacción fundamentada en el cuidado e interés por el otro es el factor más importante para establecer un apego seguro, mediante el cual el bebé utiliza a sus figuras significativas como base para el bienestar emocional y la exploración del entorno, siendo además una herramienta clave para que vaya descubriendo y ampliando su conocimiento del mundo.

Los estudios realizados sobre la vinculación afectiva en los primeros meses de la vida, evidencian que los bebés desarrollan este nexo con ambas figuras parentales y que las funciones de las mismas son similares.

En lo que se refiere a la relación con la figura paterna, ya a los tres meses de vida se puede predecir la seguridad del vínculo entre el padre y el bebé 3

Cabe destacar al respecto, en contra de lo que tradicionalmente se ha considerado, que los estudios referidos en este sentido evidencian que la figura parental masculina puede ser igual de sensible y tener la misma capacidad de respuesta ante las necesidades y demandas del hijo que la figura materna. En particular, los padres varones que están muy cerca de sus bebés ejercen sobre ellos una influencia positiva muy significativa en el ámbito cognitivo 4

Ha de resaltarse que la calidad de las relaciones afectivas que se forman en la infancia determinan la capacidad para establecer relaciones íntimas durante toda la vida adulta, de modo que la relación entre el niño y sus padres es para siempre, siendo un vínculo que los une en el espacio y perdura en el tiempo. Por ello, los niños que en la infancia tienen una base de seguridad y pueden contar con las figuras parentales, desarrollan y afianzan el suficiente sentimiento de confianza en sí mismos como para relacionarse con el mundo de manera sana y provechosa: cuanto más seguro sea el vínculo afectivo de un niño con los adultos que lo cuidan y educan, más garantía hay de que se convierta en un adulto psicológicamente adaptado e independiente y de que establezca buenas relaciones con los demás 5

La provisión de estabilidad afectiva y emocional que requiere el desarrollo infantil puede verse seriamente amenazada por la separación o el divorcio de los padres, especialmente cuando el apego aún no está suficientemente afianzado 6

Es conocido, al respecto, que la mayor proporción de niños con desajustes psicológicos tiene una media de edad de seis años o menos en el momento de la ruptura, de cuyo conjunto una gran parte muestra más desajustes psicológicos a lo largo de su vida que los que pertenecen a familias intactas, si bien tales desajustes no siempre alcanzan niveles clínicos o significativos para establecer un desequilibrio emocional. 7,8,9

Las conexiones existentes entre la separación o el divorcio de los padres y las anomalías conductuales o de carácter del niño han sido propuestas desde una amplia variedad de trabajos de investigación, a partir de los cuales se han identificado algunas variables que pueden incidir más significativamente que otras en la aparición de diversos trastornos psicopatológicos infantiles, habiendo permitido también una aproximación a las vivencias infantiles que desarrollan los hijos en este conflicto.

En ese proceso de transformación de individuo biológico en persona, la afectividad ocupa un lugar excepcional. Desde muy tempranamente, los bebés empiezan a desarrollar vínculos afectivos con ciertas figuras significativas del entorno familiar: se trata del apego. A medida que esos lazos afectivos se van consolidando, se despierta

en el niño la necesidad de adentrarse y explorar otros entornos sociales que, externos al entorno cotidiano, constituyen el mundo. Para que esto tenga lugar, es necesario que los adultos respondan empáticamente a las demandas de afecto y protección que reclama el bebé. Cuando las respuestas de los adultos a las necesidades del niño son estables, consistentes y amorosas, la convicción de que se es muy valioso para los padres se irá afianzando cada vez más, instaurándose los fundamentos del desarrollo del sentimiento de confianza básica en sí mismo, sustentado en la seguridad de disponibilidad incondicional de los padres, lo que proporciona recursos imprescindibles ante cualquier situación que pueda implicar peligro o amenaza a su persona.

La calidad de estas primeras relaciones afectivas no sólo son claves para el desarrollo

emocional, sino que también tienen repercusiones muy importantes en el desarrollo social del niño, al constituirse en el modelo representacional que va a guiar el tipo de relaciones que el sujeto establezca en el futuro.

Es importante señalar que existen una serie de características en el comportamiento del niño tras el cambio de la composición de la «familia», generando efectos negativos de la ausencia de la figura paterna, junto a la típica situación de la custodia de la madre, el incremento del estrés económico en el grupo y las subsiguientes consecuencias en el trato al hijo, los problemas que derivan del cambio que supone pasar de tener dos padres a tener uno solo y lo negativo que trae consigo la existencia de tensión entre los padres en el hijo.

El Dr Wallerstein 10 ha considerado que el sexo del niño determina diferencias en el desajuste tras un divorcio o separación, evidenciando que los chicos varones parecen tener mayores dificultades para superar la crisis, tanto en la intensidad de sentimientos negativos como en su duración, presentando más problemas escolares y más irritabilidad que las niñas.

Se clasifican en tres categorías los factores que afectan al ajuste del niño después del divorcio:

a) La pérdida de uno de los padres,

b) Los enfrentamientos entre los progenitores y

c) La disminución de sus funciones de paternidad.

El factor más relevante lo constituye la ausencia de la figura paterna, asociándola con un menor aprovechamiento escolar 11 tanto en chicos como en chicas, un bajo nivel de empleo laboral en el caso de los varones en la adultez y maternidades precoces cuando se trata de muchachas. La presencia del padre para un desarrollo armónico de los hijos también resulta crucial 12. De acuerdo con ello, el bienestar del hijo se sustenta en el ejercicio de una paternidad con autoridad moral y la existencia de estrechos sentimientos de afecto entre padre e hijo, siendo ello el mejor predictor de los resultados respecto a una inadecuada formación escolar, externalización de conductas problemáticas e internalización de problemas emocionales.

Considerando que, por la diversidad de factores que participan, los impactos del divorcio o separación pueden ser muy diferentes para cada niño, la mayor parte de la literatura científica al respecto es coincidente en que tales experiencias modifican completamente sus vidas: la gran mayoría de los hijos de separados o divorciados, ya desde los años inmediatamente posteriores a tales eventos, muestran marcadas anomalías en sus desarrollos, ya que cuando se produce una separación o un divorcio, tanto la infancia como el ejercicio de las funciones de paternidad de la pareja rota se ven desafiadas, aunque sea también cierto que en muchos casos tanto hijos como padres se pueden ver liberados de una convivencia infeliz e incluso a veces de situaciones con un final más o menos trágico. En el caso de los progenitores, el desafío surge porque tienen que reestablecer el funcionamiento económico, social y parental y en el caso de los hijos porque, a todas las edades, luchan con la desconcertante demanda de tener que redefinir sus contactos con ambos padres.

El estado de crisis del niño, cuando todavía está presente el lógico desequilibrio emocional del padre o de la madre tras la separación o el divorcio, puede exacerbar los problemas entre ellos en lugar de servir de apoyo mutuo, lo que es especialmente

influyente cuando los hijos son menores de tres años 13.

Los grandes cambios en las relaciones con ambos padres se acompañan de una elevada ansiedad en los hijos, especialmente cuando la ruptura los toma por sorpresa,

pues, dadas las peculiaridades de la psicología infantil, y teniendo en cuenta que el amor y la dedicación de sus padres ha desaparecido, tal sensación de pérdida lleva a los niños de todas las edades a la conclusión de que las relaciones personales armónicas son irrealizables, y, aún en los casos en que esas relaciones sigan siendo relativamente adecuadas, no hay garantías de que se mantengan en el futuro.

Estas creencias suelen continuar presentes en la adolescencia y en la adultez, al estar reforzadas por la experiencia personal en los años cercanos al pos-divorcio o pos- separación, debido al interés que los padres mostraron por hacer patente el desafecto

que sentían el uno por el otro.

En gran parte de las separaciones y divorcios, los padres toman sus propias decisiones respecto a la custodia de los hijos sin tener que recurrir al sistema legal vigente en su comunidad. Por lo general, estos acuerdos comunes incluyen que la madre se haga cargo de la custodia física de los hijos, sin que se impida la continuidad de los contactos con el padre o de que éste siga involucrado de alguna forma en la educación de los hijos. No obstante, con miras a salvaguardar el desarrollo infantil, hay una serie de legislaciones que tratando de regular el divorcio o de la separación de una pareja contemplan la equidad entre madres y padres como posibles custodios de los hijos, lo que se conoce como custodia legal compartida 14 .

Pero, aun en los casos en los que uno de los padres obtenga la exclusividad de la custodia, el acceso del niño al padre no custodio es fomentado y protegido por dichas leyes, al dotar a éste de la libertad para ejercer su derecho de visitas, incluso en los casos de separaciones o divorcios conflictivos o cuando la custodia del hijo es objeto de disputa legal entre ambos progenitores.

En cualquier caso, y por todo lo expuesto hasta ahora y con miras a favorecer un desarrollo infantil sano, considero que ante una situación de separación o divorcio en donde hayan implicados hijos de corta edad, se hace indispensable que los padres continúen proporcionándoles la seguridad y el afecto incondicional que necesitan para su adecuado ajuste y progreso evolutivo, lo que implica facilitarles el acceso libre y frecuente al progenitor no custodio, siempre que no se den contraindicaciones por trastornos psiquiátricos graves, etc. Esta recomendación requiere, pues, que se involucren lo menos posible a los hijos en los problemas surgidos entre ambos progenitores, habida cuenta que la ruptura de las relaciones en una pareja debiera afectar sólo y exclusivamente a sus dos miembros básicos.

El comportamiento de los padres que se describe en la lista de abajo pone en riesgo particular a los niños a efectos relacionados a la separación, los padres que exhiben ese comportamiento pueden responder bien con intervenciones psicológicas.

  • Después de la separación, un 25% de la custodia materna se compromete por depresión y distanciamiento emocional de sus niños.
  • Después de un divorcio, el conflicto de los padres sobre el cuidado sitúa a los niños en riesgo de problemas emocionales y de comportamiento.
  • El uso de substancias por cualquier padre puede ser un factor en inadecuación parental.
  • La ausencia de interés parental esta asociado con autoestima baja en la adolescencia.
  • El papel que juegan los padres es una pieza clave para dar protección y soporte a los niños en situaciones donde hay riesgo de abuso físico, emocional o sexual.

Conclusión:

La predicción de efectos a largo plazo es con mucho sencilla. El pronóstico a largo plazo depende del sexo del niño y los cambios subsecuentes en el estatus marital y el desempeño económico de quien se hace cargo de ellos. Los niños tienden a tener mas desórdenes del comportamiento que las niñas, y algunos de estos problemas pueden persistir muchos años después del divorcio. Las niñas por otra parte tienden a recuperarse más rápidamente del divorcio sin embargo en la adolescencia y en la edad adulta pueden presentar reemergencia de problemas, particularmente en la relaciones heterosexuales. Por otra parte si la madre divorciada se vuelve a casar las dificultades en los varones disminuyen (Quizás debido al efecto beneficioso de la figura masculina en casa) y las niñas generalmente reaccionan pobremente a la presencia de un padrastro.

De cualquier manera, si el divorcio o separación fue inevitable, la mejor recomendación es que la figura de custodia sea compartida por ambos padres y crearle una imagen positiva del otro padre que no tiene la custodia, ya que de cualquier manera el crear una imagen negativa del padre o madre separado que no tiene la custodia, redunda en una pobre adaptación en los niños, trastornos emocionales, mal desempeño escolar y repercusiones graves para su vida futura; así que el trabajo de ambos padres será hacer ver que las diferencias irreconciliables sucedieron entre ellos, que no tuvieron nada que ver los hijos y que ambos seguirán siendo un equipo en la formación, educación, desarrollo posterior de los hijos manifestando y reafirmando en todo momento que ambos progenitores son una figura positiva en la cual deberán descansar responsabilidades compartidas, y que los hijos puedan ver como un ejemplo a seguir, a pesar de vivir separados.

Bibliografía

1.- Emery RE, Coiro MJ. Divorce: consequences for children. Pediatr Rev 1995;16:306-10.

2.- Hanvey I, Avard D, Graham I, Underwood K, Campbell J, Kelly C. The Health of Canada’s Children: A CICH Profile, 2nd edn. Ottawa: Canadian Institute of Child Health, 1994.

3.- Fox, N.A.; Kimmerly, N.H.; Schafer, W.D., «Attachment to mother/attachment to father: A meta-analysis», Child Development, 1991, 62, pp. 210-225.

4.- Parke, R.D., Parenting in the new millennium, en J.P. McHale; W.S. Grolnick (eds.),Retrospect and prospect in the study of families, Mahwah, N.J., Erlbaum, 2002

5.- Fagot, B.I., «Attachment, parenting and peer interactions of toddler children», Developmental Psychology, 1997, 33, pp. 489-499.

6.- Beckwith, L.; Cohen, S.E.; Hamilton, C.E., «Maternal sensitivity during infancy and subsequent life events relate to attachment representation at early adulthood»,

Developmental Psychology, 1999, 35, pp. 693-700.

7.- Amato, P.R.; Keith, B., «Parental divorce and adult well-being: A meta-analysis», Journal of Marriage and the Family, 1991, 53, pp. 43-58

8.-Amato, P.R.; Keith, B., «Parental divorce and the well being of children: A metaanalysis , Psychological Bulletin, 1991, 110, pp. 26-46.

9.-Guidubalci, J.; Perry, J.D., «Divorce and mental health sequelae for children: A tow year follow-up of nation wide sample», Journal of the American Academy of Child Psychiatry, 1985, 24, pp. 531-538.

10.- Wallerstein, J.S.; Kelly, J.B., Surviving the break up: How children and parents cope with divorce, New York, Basic Books, 1980) (Wallerstein, J.S.; Blakelee, S., Second chances: Men, women and children a decade after divorce, Boston, Mass., Houghton Mifflin, 1989.

11.- McLanahan, S.; Sandefur, G., Growing up with a single parent: What hurts, what helps, Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1994.

12.- Amato, P.R., «The consequences of divorce for adults and children», Journal of Marriage and Family, 2000, 62, pp. 1269-1287.

13.- Hetherington, E.M., Bridges, M.; Insabella, G.M., «What matters? What»s does no? Five perspectives on the association between marital transition and children adjustment», American Psychologist, 1998, 53, pp. 167-184.

14.- (Bauserman, R., «Child adjustment in joint-custody versus sole-custody arrangements: A meta-analytic review», Journal of Family Psychology, 2002, 16, 1, pp. 91-102.

Dr Alfonso Rodríguez Jaramillo
Coordinador Editorial Nacional de la Revista "Salud y Cuidados del Bebe" de CONAPEME para padres.
Centro Médico Pediátrico Londres
Retorno Venustiano carranza 532 col Flamboyanes
CP 77034
EMail: alfonsodoctor@hotmail.com
Chetumal, Quintana Roo, México
Tels: 983 20 873 11,983 20873 12
Fax 983 20 87313
Cel 983 8391630

2 comentarios:

Anónimo dijo...

NO MACHES PINCHE JARA, SI TU PROMUEVES CON TU SUPER EGO ESTAS COSAS.

Ikebana dijo...

Magnífico artículo que me servirá para explicar a unos cuantos defensores acérrimos del divorcio (y de su supuesta inocuidad en los más pequeños) de que lo que creen es totalmente falso. Gracias por la publicación.